
Sin embargo, su realidad cambió: el 13 de junio de 1977 fue secuestrada. Continúa desaparecida.
Años después, sus compañeros del Colegio Nacional Buenos Aires, familiares y amigos se reunieron para recordarla.
El texto que sigue a continuación es un prólogo coral que reúne varias voces que se alzaron con motivo de la reedición de su libro Pico de Paloma y otros relatos. (ed. Corregidor). Como toda escritura de algún modo exorciza el pasado, hay pasajes de cartas escritas por Gloria a su hermano que dialogan hoy con nuestras voces...
Querida Gloria:
Han pasado treinta años --para algunos más, para otros apenas un poco menos-- desde que te vimos por última vez. Te sorprendería ver qué caminos han seguido las cosas. El tiempo nos fue convirtiendo en esto que somos ahora, y esto que somos es también recuerdo de tu presencia y conciencia de tu falta. Muchos de nosotros no convivimos con vos más que los tres primeros años de colegio secundario, la época en que el afuera cambia tanto como el adentro; y sin embargo, esos años fueron suficientes para sellarte de un modo definitivo y nítido en nuestra memoria.
¿Cómo íbamos a saber los adolescentes de entonces que hoy, siendo adultos, nos sentiríamos tan huérfanos de esa parte del pasado que estábamos por vivir? ¿Quién iba a decirnos que las dudas, en lugar de resolverse, se multiplicarían? Para tus compañeros de entonces, vos, Gloria, casi no dudabas. Y eso te hacía tanto más madura a nuestros ojos. Pero tal vez fueras, de todos nosotros, la que más dudas se permitía, porque en nuestros recuerdos te vemos dura y tierna a la vez, decidida y frágil. En cualquier caso, parecías llevarnos una ventaja que en esa época se nos antojaba inalcanzable. Y sin embargo, en las fotos de entonces, se te ve igual de risueña, intensa e inquieta que a los demás. Y es así, a pesar del dolor de haberte perdido tan prematuramente, como queremos recordarte.
* * *
--De aquellos años tengo solo recuerdos fragmentados, como los recortes de un collage. Algunos se recortan con más nitidez, otros aparecen en tono de viejas acuarelas.Todos se integran en una página del tiempo que fue sacudida por una tempestad. Fragmentos que poco a poco vamos acercando para armar el rompecabezas de ese tiempo, no por lejano menos doloroso.
Buenos Aires, 28 de marzo 1977
Querido hermano:
El 21 de abril es la presentación de mi libro en el boliche de papá y ahora tengo bastante que hacer preparando invitaciones y demás. El jueves tengo que ir a La Opinión para que me hagan la crítica del libro, me van a publicar un cuento inédito en el suplemento. Después te voy a escribir para decirte cuándo sale.
El cachorrito que tuvo Jimena es divino, negro, gordo y muy peludo. El veterinario dijo que si no fuera por una manchita blanca que tiene es un cachorro de ovejero. ¡Qué me contás! Dentro de poco, Soledad va a tener cria. Cuando nazcan los cachorritos, te mandaremos una foto de la familia.
Te extraño mucho y me muero de ganas de verte, mandá fotos.
Un beso grande de tu hermana
Gloria
-- Mi primer recuerdo de Gloria se remonta a primer año, en una fiesta que había organizado en el sótano de su casa. Me impresionó la casa por tener tanto lugar disponible para el ocio. Años después la asocié, no sé por qué, a la casa de Alejandra en Sobre héroes y tumbas.
--La veo a Gloria en la foto de primer año, sonriendo; yo estoy a su lado. No sé de qué estaríamos hablando, pero seguro que eran pavadas. Pensé en lo raro que sería si se enterara de que ahora estamos hablando de ella, de que nos volvemos a encontrar después de tanto tiempo, unidos por su recuerdo.
--Yo estuve bastante cerca de Gloria durante nuestro segundo año. Fue, por decirlo de alguna forma, la primera chica a la que acompañé por la noche a su casa. Gloria me parecía más o menos la Revolución hecha mujer. Ella encarnaba la visión más romántica del guevarismo: idealista, rabiosamente adolescente, sensible, solidaria e intransigente. Comprometida con la vida y sus urgencias, era al mismo tiempo capaz de entretenerse en cualquier disquisición existencial que estimulara su curiosidad. No sé si era exactamente así, pero así yo la veía. Me cuesta evocar sus palabras: solo veo sus gestos.
--En la calle Pampa, antes de llegar a la vía de la estación de Belgrano R, había un hermoso pasaje tapizado por las hiedras. Allí estaba el taller de Pelusa, la mamá de Gloria. La casa del pasaje fue para mí un descubrimiento. Tenía un jardín rústico, sencillo, de artesano. Todavía recuerdo las manos de Pelusa, gastadas por la arcilla.
--Yo en esa época me sentía bastante pollo y Gloria me parecía en pleno vuelo. Mi primer recuerdo de ella tiene un gusto amargo, porque fue en una mesa del Querandí, tomando un café horrible, especialidad de la casa. Había más gente y por supuesto se hablaba de política. Me impresionaba pensar que tenían una respuesta para todo cuando a mí todavía ni se me habían ocurrido las preguntas.
--A mí, que andaba con un tapadito azul Francia más bien elegido por mi mamá que por mí, la campera de cuero negro de Gloria realmente me impactaba. En combinación con vaqueros de tiro corto, cinturón grueso y una boina negra, era la muchacha que quería ser. La campera era de un cuero impenetrable, lustroso, preparado para cualquier contingencia que requiriera fortaleza y acción. En segundo año, Gloria buscaba dentro de sí su fortaleza y, en el mundo, acción. Tenía además otra campera; amarilla del derecho y con florcitas chicas del revés, más femenina, más convencional también. La veo sentada en las escalinatas, con los libros sobre la pollera gris del uniforme, fumando.
--Habíamos descubierto el modo de saber quién había estado hablando con Gloria porque tenía el botón del saco totalmente suelto. Como era medio petisa, tenía una metodología de meloneo-franeleo consistente en argumentar retorciéndote el botón del saco, mirando desde abajo. Y uno que en ese entonces estaba preocupado por Marx pero más por su libido, se quedaba quieto como un gatito dejando que Gloria hiciese o, mejor dicho, deshiciese la costura del famoso botón.
--Vuelven en pantallazos su sonrisa, su pollera gris a tablas, su modo de caminar y, fundamentalmente, su actitud, distinta a la de muchos de nosotros, más comprometida, más adulta. Viene a mi memoria un impacto que tuvimos, creo, en segundo año. De pronto se abre la puerta del aula y aparece la figura pálida, seria de Gloria que, desprendiendo la mano del picaporte, se desploma desmayada sobre el estrado, ante la atónita mirada de todos.
--Tengo grabado como una fotografía el recuerdo de sus manos: eran manos especiales, siempre en movimiento, manchadas de nicotina. Cuando hablaba, tenían vida propia.
--La veo sentada en el piso de su cuarto, la espalda apoyada en la pared, las piernas flexionadas, hablando de política, vehemente, haciendo gestos con las manos. Eran manos fuertes, algo ensanchadas en las articulaciones, movedizas, expresivas, diría que parlantes.
--El pelo fuerte, caballo al trote... Te parecías a la palabra Revolución. Nuestra casa de tantos años vivos.
--Yo tenía 14 años y ella 16. Fue la primera que me habló de la dulzura de las primeras relaciones de amor con un chico. Fueron esas mis primeras charlas íntimas de ‘niñas-mujeres’. Mi hija tiene ahora quince años. Yo comparo sus quince años con los nuestros, tan acelerados. Era como si quisiéramos absorber el viento con la piel. Y me alegro mucho de que haya sido así. Me alegra que, ya que a Gloria no la dejaron vivir, lo que vivió lo haya vivido intensamente. Me alegra que hubiéramos hecho una apuesta por la vida vivida con alegría.
Buenos Aires, 5 de abril de 1977
Querido hermano:
Tu carta es preciosa. Hubiera pagado por verlos cantar tangos en la carpa.
Acá estamos muy bien. La presentación va a ser el 21 de abril y los preparativos son terribles. Tarjetas, pilcha, llamados por teléfono. En la otra carta te contaba que iba a ir a La Opinión (ya fui) para que me hicieran la crítica del libro. Estuve con Gregorich, el director del Suplemento Literario. Además tengo que ir a La Nación, Razón y Clarín y... le pidieron a mamá una nota en La Semana. ¿Qué tal?
El libro ya está distribuido y lo vi en la mayoría de las librerías de Corrientes. Pero hay algo malo. Se escapó la gata. Lloré mucho pero no apareció. Debe estar con algún gato tipo Alain Delon. Maldita.
Un abrazo de tu hermana que te quiere y extraña.
Gloria
P.D. Hoy sé si entré o no a la facultad. ¡¡¡¡Tengo miedo!!!!
--Me impactaban sobre todo sus ojos vivaces, brillantes, curiosos, ávidos...
--Después estaba su sonrisa. Una sonrisa resplandeciente que le iluminaba la cara. Yo la percibía como una chica muy seria, fuerte, que sabía lo que quería. Y eso creo que me amedrentaba un poco. Menos cuando sonreía.
--Debíamos de estar en segundo año o tercero tal vez. En un recreo, Gloria estaba sentada en el pasillo, mirando el vacío con cara seria. Le pregunté qué le pasaba y me dijo: ‘Estoy triste por la muerte del Che’.
--Pagés, que además de profesor de latín era vicerrector, retaba a Gloria y ella no era de las personas que se quedaban calladas, sobre todo si creía que tenía razón. Algo debió de responderle. Pagés se puso colorado y soltó una frase desmedida: ‘¡Yo me encargaré de que Ud. no continúe en este colegio!’ Era la primera vez que escuchábamos a una autoridad realizar semejante amenaza ... ¡a una chica de 15 años! Tiempo después se hizo realidad la profecía autocumplida de Pagés. Dejaron libre a Gloria. Y perdimos a una compañera.
--Cuando la echaron del Colegio, vino un día a la puerta y nos rateamos a los carritos de la Costanera, a comer mollejas y hablar de libros. Todo eso resultaba delicioso. También llenar servilletas con esbozos de ideas en el Querandí, tomando café, con la Tintenkuli que le había regalado su padre.
--Mis recuerdos se mezclan con los de los demás y ya no sé si la campera amarilla y la pollera a cuadros pertenecen a mi memoria o a la de otros. Lo cierto es que su persona va cobrando intensidad. Esa misma intensidad que ella traslucía en las discusiones políticas pero también en los momentos de diversión o de silencio.
--Años después nos encontramos subiendo las escaleras del Ateneo Evita de Belgrano; Gloria estaba hermosa (siempre lo fue y más aún al crecer), de pronto alta en sus sandalias de taco, seductora y con esa firmeza que le era propia. Le comenté lo lindo que era su vestido y qué bien se la veía y nos reímos recordando algún paseo por Cabildo, de vidrieras, casi añorándolo. Ya no la volví a ver.
--Me enteré mucho más tarde en la vida de que Gloria escribía, que su deseo era ser escritora y que lo logró. ¿Qué escribiría hoy? ¿Qué pensaría de sus primeros cuentos? ¿Qué diría de sí misma, de y con nosotros?
--Me cuesta ordenar mis recuerdos de los años que siguieron a la salida de Gloria del colegio. En general, ella se caía por casa y aunque hubiera pasado un tiempo, siempre teníamos la sensación de que retomábamos la misma charla, como si nos hubiéramos visto el día anterior. Había empezado a ir a un taller de narrativa en la SADE. Un día apareció con la novedad de que se había ido a vivir con Fito. Me invitó a cenar. Estaba orgullosa de su papel de dueña de casa. Tiempo después se mudaron a una casa en Coghlan, donde ella se dio el gusto de tener, como siempre le había gustado, varios perros y gatos. Cada vez estaba más volcada a la literatura. Había empezado a fantasear también con la idea de tener hijos.
Buenos Aires, 31 de mayo de 1977
Querido hermano:
Te escribo desde la cama, pues como mamá te contará, estoy con una pleuritis. No sabés lo que te extraño.
Los perritos de Soledad están enormes y han empezado a partir de casa. Hoy se fue Goliat, con una capa celeste hecha con una media por tu hermanita.
Del libro ¿qué te puedo contar? La crítica de La Nación fue buena, las de Opinión y Clarín todavía no aparecieron a pesar de las promesas (dicen los que entienden que los escritores deben saber esperar). ¿Qué más? Ah, sí, una entrevista en radio Splendid, un artículo con foto en el diario Southern Cross, y un comentario en la revista Pluma y Pincel. Lo demás todavía no apareció. Veremos, esperaremos, y si no, ¿qué le haremos?
Lo importante es que el segundo libro va muy bien. Te doy la primicia del título que no sé si va a ser el definitivo, pero por ahora lo es: Los fantasmas, otra vez cuentos, pues la novela me requiere un trabajo de investigación que pienso que me va a llevar varios años, y necesito ejercitarme con el cuento antes de incursionar en la novela. La Facu, bien, leo cuanto puedo, ahora vienen los parciales en junio y ¡agarrate!
Un abrazo y un beso grande. Te mando las fotos de los perritos.
Gloria
--Creo que nos encontramos por última vez en un bar llamado El Cisne, en Marcelo T. de Alvear y Montevideo. Después de eso, hubo varios meses sin noticias. Cuando me acerqué a la casa de una amiga de su madre para invitarla a mi casamiento, tuve la explicación de ese silencio: se la habían llevado de casa de su abuela, el 13 de junio de 1977.
--No hace mucho, soñé con Gloria. Es extraño, porque no creo que ella y yo hayamos cruzado más de dos palabras seguidas. Sin embargo, en el sueño era natural que ella estuviera ahí, de pie, con su pollera escocesa, una camisa blanca, quince años, el pelo desordenado y una expresión serena en la cara. Su presencia me resultaba familiar, como si no fuera la primera vez que soñaba con ella. No fue un sueño triste; al contrario, me alegré de verla, y esa sensación me duró varios días.
* * *
--En 2003, durante los preparativos de la reunión de egresados, se habló de que habías publicado un libro y todos lo quisimos leer. La idea de reeditarlo surgió de modo natural y cada cual, algunos desde otros continentes (sí, así de dispersos estamos), aportó lo suyo. El proyecto pasó de ser una intención a ser esto: el fruto de la semilla que vos sembraste y viste crecer y que nosotros volvimos a regar 27 años después.
Ahora no sólo queremos agradecerte lo que vivimos juntos y el recuerdo de esos momentos sino también el hecho de que ese recuerdo y tu obra nos hayan reunido en torno a un objetivo común.
Gracias, Gloria.
Tus compañeros de la 5ª división de la promoción de 1973 del Colegio Nacional de Buenos Aires.
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Agradecemos a la Dra. Susana Artal (UBA) el material que forma parte de este artículo.